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Mostrando entradas de agosto, 2015

Querer sin poder

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Querer sin poder suena muy atractivo, me atrae esa idea tanto como me atraen tus ojos, o los hoyuelos que se te forman al sonreír, o tu voz. Apenas te conozco pero siento que siempre has estado, quiero descubrir que es así, que tienes que ser tú, mi nuevo tú. Alguien diferente, no quiero que seas ni mejor ni peor, solo que seas distinto, que me enseñes como es vivir a tu manera, para quedarme con un trocito, quiero que me muestres razones para volver a creer, para confiar, otra vez repito, quiero que seas tú. Suenan interesantes tus palabras, tus propuestas, en definitiva tu nombre suena interesante. Sentir, creo que estoy recorriendo esa distancia pero me está llevando a la parte de sin poder, cada día que pasa pienso más en ti, en encontrarme bajo tu mirada, abrazada en tu cuerpo y rozando nuestros labios hasta que se conviertan en carcajadas. Sueño con el momento y cada día me despierto con ganas de que se haga realidad. Esperar, es lo que toca, podía decir no hace falta busco a

La princesa

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Segundos rápidos que me llevan a un tiempo atrás, quién me diría que mi vida cambiase tanto. Ya no soy una niña, estoy madurando, he pasado de elegir el color para un dibujo a elegir la carrera que haga mi vida, de querer ser una princesa a luchar contra ello. He pasado de hundirme en prototipos a destruirlos, la sociedad busca un modelo de imagen irreal, que nos lleva a comernos la cabeza, a dejar de ser únicos para ser máquinas superficiales, lo están consiguiendo. De hecho, yo vivía para ello, me encerré en una mente muy peligrosa, maléfica, no era consciente de que mi peor enemigo era yo. No me siento orgullosa para nada, pero tampoco me arrepiento, si no hubiese ocurrido lo que en su día comenzó como un "esto no es nada" "sabré controlar" "es el inicio de mi meta" , no estaría ahora aquí escribiendo. Ya no me duelen de tal manera dichas palabras que cuenta mi historia, una más, ahora puedo sentirme libre, no he dicho ni feliz ni bien, he dicho libre,

El pianista

Fundía los pensamientos a la vez que sus dedos rozaba las teclas del piano, la melodía se originaba en su cabeza y la trasmitía en las notas. Se escuchaba tan fácil, tan directo, que cada vez lo sentía más, dejaba que se fuese la música y  establecía su respiración. Intentaba conseguir que su dolor huyera en forma de arte, vaciarse en su ser y poder ser libre, lo necesitaba. Poco a poco su pequeño corazón se abría en pedazos, era consciente de lo que ocurría, no se rompía, simplemente se preparaba para nacer de nuevo.En la letra de una de sus canciones decía que morir era nacer, que nada acaba porque algo nuevo empieza, ¿Sería cierto que su dolor no acabaría? Puede que no, pero él era así, estaba hecho de trocitos de dolor capaces de unirse con su energía: la creadora de las melodías. Pensándolo bien no era tan malo estar dañado, te daba la esperanza de soñar con que algún día todo se repararía, lo mejor, sin darse cuenta que en el transcurso de este tiempo, se estaba haciendo fuerte.